Vie. Nov 8th, 2024

En el año 2019, el caso de la violación colectiva de «La Manada» en el Estado español generó oleadas de indignación que desembocaron en grandes protestas feministas. No ocurrió así, ese mismo año, con el caso de las temporeras marroquíes de Huelva, abusadas laboral y sexualmente. 

Estos días, el asesinato homofóbico de Samuel en Galicia (a quien mataron al grito «maricón de mierda») está generando concentraciones y manifestaciones en todo el Estado español, no ocurrió lo mismo con el caso de Younes, un migrante marroquí asesinado a tiros (al grito de «no quiero moros en el bar») por un fascista en Murcia hace unas semanas. 

Diríamos «¡racismo!», y probablemente tengamos algo de razón. No del tipo de racismo que mató a Younes, sino un tipo de racismo desde la inacción, desde la no respuesta o la invisibilización. No porque consideren que el asesinato de Younes está bien, sino porque no indigna lo suficiente como para tomar las calles (solo hubo unas cuantas protestas, y todas organizadas por personas migrantes). 

Pero el tema es que esto también ocurre con otras opresiones: no genera la misma respuesta social el asesinato de una mujer trans que de una mujer cis, la lesbofobia que la homofobia, el machaque físico a una gorda que a Cristina Pedroche. 

Y estos días, viendo el twitter y tantos mensajes de «podría haber sido yo» en el caso de Samuel, me di cuenta de que, en parte, ese es el problema. Que muchas veces respondemos cuando «podría haber sido yo», nos conmueve un acto violento o injusto cuando pensamos que el azar de la vida nos podría haber situado a nosotras bajo el yugo del verdugo de turno, nos asusta pensarnos como posibles víctimas… entonces, además de la indignación sale la acción, la rabia, el grito, y tomamos las calles. Hasta en nuestra rebeldía hay neoliberalismo si únicamente somos capaces de conectar con el otro desde nuestra propia individualidad y nada más, si nuestra solidaridad está condicionada por que seamos (o no) víctimas en potencia. 

Dicho esto, me voy a la manifestación a pedir justicia por Samuel. Pero espero que nos revisemos esto, y que la rabia sea colectiva y salgamos a la calle a manifestarnos cada vez que asesinen o violenten a alguien. No porque «podría haber sido yo», sino porque todo acto de injustica es doloroso y deplorable, y todes merecemos una vida digna de ser vivida, sin excepciones.

«Primero vinieron por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedaba nadie que hablara por mí»
Martin Niemöller

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