Dom. Dic 22nd, 2024
Extraída de la web del Parlamento de Canarias www.parcan.es/

Manuel González Méndez es el autor de las dos pinturas que tantos debates y críticas han generado desde hace años por presidir la cámara de plenos del Parlamento de Canarias, al ser considerados dos retratos de «la humillación y la barbarie” sufrida por el pueblo canario a mano de los castellanos durante el proceso de conquista.

Para la elaboración de los cuadros, González Méndez no sólo se documentó extensamente sobre los usos, costumbres y vestimentas del momento, sino que además, “por tratarse de una obra para una institución interinsular en uno de los momentos más delicados del Pleito Insular” dedicó un cuadro a Tenerife y otro a Gran Canaria tal y como recoge la página web del Parlamento Canario. El pasaje de la conquista de Tenerife, que corresponde al cuadro situado a la derecha de la mesa presidencial, lleva por título La fundación de Santa Cruz de Tenerife. En este se ve a soldados castellanos que sostienen una cruz sobre frailes, conquista y cristianización. El dedicado a Gran Canaria correspondería al situado a la izquierda, La entrega de la princesa. Este último, escogido para el cartel de la tertulia y sobre el que más nos detendremos. En él se representa a la hija de la guayarmina Atendiura de Gáldar, que murió tras el parto de la niña a la que llamaron Arminda Masequera, (que luego será bautizada con el nombre de Catalina Guanarteme), cuando es entregada al conquistador Juan De vera. Va acompañada delante por otra niña, que tampoco aparenta tener mucho más de 10* años y que con auténtica cara de terror contempla a los castellanos que van a llevarse a su compañera.

 

 

 

 

 

 

 

Se crearon bajo encargo a su autor en 1906, para ser situadas en esta sala donde aún continúan, cuando el edificio, situado en Santa Cruz de Tenerife, pasó a ser sede de la Diputación Provincial. Y no fue sino a partir de 1982 cuando comenzó a acoger a diputados y diputadas. Como ejemplo de las transformaciones de uso, no así de decoración, que ha sufrido el espacio de esta institución, tenemos el hecho de que sus paredes acogieran al consejo de guerra que en

Extraída del libro de Ricardo García Luis «Proceso a la C.N.T. 19 Fusilados el 23 de enero de1937»

1937 dictó 21 condenas a muerte por las que fueron fusilados el 23 de enero de ese mismo año, los conocidos como «Los 19», porque dos penas fueron conmutadas por ser «mujeres», cuando el edificio aún era sede de la Mancomunidad Provincial. La condena se debió a un supuesto “delito de traición”, por la participación en la reunión

organizada por la CNT en Cueva Roja, en Santa Cruz, para procurar conjurar el golpe fascista nada más producirse. María Luisa Hernández Remón, «La Ciclón» y Carmen Goya Hernández, ambas del Sindicato del Tabaco, fueron las «perdonadas» de la pena de muerte, no así del encarcelamiento. Y no sin antes haberlas sometido a crueles torturas, incluyendo violencia sexual durante los interrogatorios que con toda certeza continuaría durante su encarcelamiento. Los dos cuadros fueron entonces, como lo siguen siendo a día de hoy, testigos mudos y perpetuadores de un sistema social y unas instituciones coloniales y heteropatriarcales.

 

Volviendo a la historia controvertida de los cuadros, ya Lorenzo Olarte desde los tiempos en que ostentaba el cargo de jefe del Ejecutivo, (1988 a 1991), viene expresando su rechazo a las pinturas con afirmaciones como esta: «Esos cuadros son un reflejo del exterminio de los guanches y de su humillación ante los castellanos” y en cuanto al cuadro sobre el que hemos puesto nuestro ojo feminista decolonial declaró: “La entrega de la doncella al conquistador de las manos temblorosas de un anciano cubierto de piel de cabra se hizo para que fuera violada”. Y tras un largo periodo sin demasiados aspavientos sobre el contenido, la colocación o el futuro de estos lienzos, en 2016 el diputado Mario Cabrera, de Coalición Canaria propone a la Mesa del Parlamento su traslado a otro lugar más apropiado. Ante el rechazo y la disconformidad de algunas formaciones políticas, la mesa parlamentaria encarga un informe a la Real Academia Canaria de las Bellas Artes San Miguel Arcángel, que dictaminó que los cuadros son el ejemplo “más señero” de la pintura romántica tardía y que no se pueden trasladar porque su valor es indisociable a la del edificio, declarado bien de interés cultural (BIC). En definitiva, vienen a determinar que estos cuadros perderían su valor si se expusieran en un museo, aunque también existan voces dentro del gremio de Bellas Artes que cuestionan el valor verdaderamente artístico de estos cuadros. Algunas mantienen que pueden ser considerados como pura propaganda política y panfletaria hecha por encargo con el objetivo de  construir  un imaginario  muy concreto sobre sobre nuestra historia pasada (conquista y entrega pacifica, sumisión…). El que se mantengan en el Parlamento Canario es una clara muestra simbólica y no simbólica de a qué intereses y poderes sigue representando la reciclada estructura colonial de esta institución.

Sobre el cuadro de la entrega “pactada” de la niña a los conquistadores, el informe concreta que refleja un hecho histórico irremplazable y sin ningún tipo de reparo afirma que la entrega de la joven no es un agravio ni es representativo de exterminio o violencia, sino que viene a poner de manifiesto la importancia de la mujer para el pueblo precolonial. Recoge que es “la depositaria de una herencia que asegura su continuidad como pueblo”. Y es cierto, efectivamente es un hecho histórico la violencia sexual que se repite y es una constante en los procesos de conquista y de guerra. Se produce el sometimiento y las agresiones  a los cuerpos de las niñas y las mujeres como parte del proceso indisoluble de la conquista de la tierra y la comunidad. Esta subyugación por medio del cuerpo-territorio de las mujeres, se produce de muchas y múltiples maneras, con raptos, torturas, violaciones, esclavitud laboral y/o sexual, cuerpos de mujeres convertidos en trofeos de conquista, en botín de guerra como cualquier otro objeto o trozo de tierra. Abocadas a la servidumbre y al doncellismo exótico en las cortes, o sirviendo, al igual que en el caso de Arminda, como moneda de cambio continuadora de la estirpe y el poder de algunas familias de la alta nobleza indígena, a través de estos matrimonios de conveniencia, aunque fuera violentando el cuerpo de una niña de muy corta edad, con los recién llegados opresores en un acto que hoy tildaríamos de pederastia.

Tanto es así, que en la actualidad la página web del parlamento de Canarias, en el apartado de obras pictóricas y esculturales dedicado a  las pinturas que aquí analizamos, se recoge lo siguiente sobre el cuadro de la princesa: “Inspirándose posiblemente en la Crónica de Sedeño narra la entrega al conquistador Juan de Vera de la joven princesa Arminda Masequera, […] custodia de la herencia dinástica de la isla, como último acto de rendición, y como primer paso en la fusión castellana y aborigen”. Efectivamente, estando bajo un sistema social donde la herencia dinástica se otorgaba matrilinealmente, eran las mujeres las encargadas no solo de conservar el linaje sino toda la herencia y el patrimonio familiar, social y cultural del pueblo al que pertenecían. Pero con este tipo de casamientos, que unían la sangre y la raíz del pueblo oprimido a la del pueblo opresor, no se daba una conservación del linaje canario, ni era símbolo, como defienden algunas del hermanamiento de las dos culturas, sino del doblegamiento de una cultura frente a la otra, en un acto de rendición en el que vuelve a quedar patente la relación colonial de género y la analogía entre la conquista y control del cuerpo de la mujer y la del territorio junto a los valores de su comunidad. Se asentaban así, las nuevas estructuras de poder entre locales nobles y conquistadores cambiando cuerpos de mujeres por tierras, estatus y poder en la nueva sociedad heteropatriarcal impuesta. Estas alianzas formaban parte de la estrategia colonial para ejercer el control social ante posibles sublevaciones del pueblo canario y se comenzaba a desarrollar de la mano del expolio y la conquista militar, política, social y cultural, una suerte de conquista genética, imprescindible para la desmemoria y el sometimiento a largo plazo de las gentes del territorio a través del cuerpo-territorio de las mujeres.

Cuando salen a la palestra mediática a principios de 2017 los contenidos del informe sobre la propuesta del cambio de lugar de los cuadros, realizado por la R.A.C.B.A.,( la misma que en otro informe  recomendaba en estos días pasados no retirar el monumento a Franco en Santa Cruz  por su «indiscutible» valor artístico)  Coalición Canaria agacha la cabeza ante el informe y se decanta por tratar de plantear en el parlamento que simplemente se cubran los cuadros como hiciera el Parlamento Andaluz con un retablo cristiano. Un portavoz del PSOE también participe de la mesa del parlamento canario llama ignorantes a las que sacamos interpretaciones fuera de lugar sobre lo que los cuadros representan, ignorando del todo la historia colonial sobre la que se construye este pueblo.  Cristina Tavío, del PP, declara que es un disparate hacer esas interpretaciones desde la ideología, como si las suyas no la tuvieran. Como si las personas que realizan el informe estuvieran libres de toda construcción social, cultural y moral sobre la que se sostiene el sistema y sus estructuras.

Frente a este debate quedamos nosotras. Mujeres con cuerpos-territorio con una memoria ancestral que han sido expropiados desde que nacemos y que están atravesados por todas las opresiones (colonialismo, capitalismo, racismo…), tanto por las huellas de la historia pasada cuya violencia reflejan estos cuadros, como en el presente, por la actual situación política y las estructuras que organizan el tejido social en nuestra islas. Mujeres feministas, desde un feminismo construido en gran medida por un pensamiento teórico eurocéntrico e institucional-academicista, que vuelve a ejercer relaciones de pensamiento hegemónico y colonizador sobre nosotras. La suma de ambos aspectos definitorios, como dice la feminista comunitaria guatemalteca Lorena Cabral, pueden ser una invitación para repensarnos la vida, sentir desde otro lugar indignaciones y revelar y analizar opresiones históricas y estructurales en las formas de vida indígenas de nuestras antepasadas, así como en las impuestas por quienes nos conquistaron y que siguen marcando nuestra identidad como sujetas históricas.

Como feministas decoloniales, debemos enfrentarnos al dilema de qué elementos vamos o no vamos a acoger y fortalecer de una identidad construida y asignada como mujeres “guanche-canarias”. Con la herencia de comunidades organizadas con desigualdad política y social  y  con complejas y diversas estructuras que atendían a las especificidades de cada isla. Costumbres que poco tenían que ver con los prejuicios morales judeo-cristianos de los conquistadores, como que las mujeres practicaran la poliandria casándose con varios maridos que servían por mes, o que los “matrimonios” se disolvieran con la misma facilidad con la que se habían realizado, tanto a petición del hombre como de la mujer.

Así debemos preguntarnos si nosotras, desde esta andadura feminista decolonial y anticapitalista, nos tenemos que posicionar en contra de que estos dos cuadros con terribles pero realistas escenas de la conquista de nuestro pueblo y la violencia hacia nuestros cuerpos-territorio, sigan presidiendo el salón de plenos del Parlamento de Canarias. O si por el contrario, es precisamente ese salón de plenos el lugar que les corresponde si consideramos que es el espacio de una institución que sigue manteniendo la herencia social y cultural de los colonizadores y sus fieles lacayos locales, que más de cinco siglos después nos siguen impidiendo ser dueñas de nuestro destino como colectivo ligado a un territorio común.

Quizás sea el momento de comenzar a repensar en el aquí y el ahora, cual es la identidad sobre la que queremos reconstruir el camino de quienes somos como pueblo canario, como mujeres canarias. Sobre que veredas queremos empezar a andar para construir nuestro futuro. Si exigiendo a instituciones y estructuras coloniales, capitalistas, jerárquicas y patriarcales que se den un lavado de cara  aunque sigan con las mismas políticas y no nos sintamos representadas por ellas. O por el contrario denunciando a esa instituciones. Dejando claro lo que son, a que intereses representan y que simbología las acompaña como fiel reflejo de su naturaleza, a la par que iniciamos experiencias y procesos autónomos, autoorganizados y autogestionados desde abajo, desde lo personal y lo cotidiano, entretejiendo nuestras propias estructuras y relaciones sociales, económicas y culturales.

Porque es nuestra responsabilidad sembrar el germen para recuperar nuestra memoria y construir nuestra propia identidad, no desde la memoria impuesta, sino desde las violencias sufridas y los saberes de nuestras ancestras, desde el respeto a la tierra y a todas las personas, desde la igualdad que atiende a la diversidad, desde la horizontalidad y la justicia social. Asentando las bases para el territorio libre de colonización, capitalismo y heteropatriarcado con el que soñamos como futuro para nuestros cuerpos, nuestra comunidad, nuestro pueblo.

Jess Guanila (Asamblea Canaria por el Reparto de la Riqueza).

* Cuando se produce la entrega se estima que Arminda tiene una edad de entre 10 y 15 años: los diez que le otorgan las crónicas y los quince que le corresponderían por su propia declaración cuando señala en 1528 (en la información de nobleza de su hija e hijos) que tenía por entonces unos 60 años.

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