De muy joven, casi niño, y como casi toda la música venida de Cuba de la mano de mi tio Falo, llegó exactamente esta canción junto a Silvio y en el Pico Turquino que al final nunca visité. Irremediablemente se convirtió en un himno que escuché una y otra vez en mi walkman de cintas gastadas grabadas, canción sobre canción, una y otra vez. «Creéme cuando te diga que el amor me espanta, que me derrumbo ante un te quiero dulce, que soy feliz abriendo una trinchera»… «Créeme, porque así soy, y así no soy de nadie».
Luego pronto llegó «Guevarianas» y otras muchas canciones en otras cintas de cassette venidas de Cuba y escuché de nuevo como las canciones pueden hablar más y enseñarnos mejor del mundo que necesitamos, que casi ninguna otra cosa. Que los versos son otra forma de hacer la revolución si nacen de la vida real vivida y compartida.
Me enseñó la mejor lección de amor con su «Aurora número 1» y aprendí que el amor más lindo, el único amor, es el que se teje libre y con recuerdo siempre presente. Pasaron los años y muchos se fueron, se vendieron de aquello que dijeron ser y Feliú nos dio la mayor de las lecciones, la lucha de verdad es para toda la vida.
Hoy Vicente Feliú se fue de la manera en la que sueñan los trovadores por la vida, sobre el escenario y guitarra en mano. No se me ocurre un final mejor para una de las voces más dignas de las revoluciones latinoamericanas.
Cuando alguien te canta al oido como si te entendiera en lo más profundo, aunque nunca te hayas conocido en persona, es como si se te fuera alguien cercano y querido. No en vano creciste con su voz y sus letras poniendo luz en los caminos:»Créeme,si no me ves y no te digo nada,si un día me pierdo y no regreso nunca.Créeme,que quiero ser machete en plena zafra,bala feroz al centro del combate.»
Letra completa:
Créeme, cuando te diga que el amor me espanta, que me derrumbo ante un «te quiero» dulce, que soy feliz abriendo una trinchera. Créeme, cuando me vaya y te nombre en la tarde viajando en una nube de tus horas, cuando te incluya entre mis monumentos. Créeme, cuando te diga que me voy al viento de una razón que no permite espera, cuando te diga: no soy primavera, si no una tabla sobre un mar violento. Créeme, si no me ves y no te digo nada, si un día me pierdo y no regreso nunca. Créeme, que quiero ser machete en plena zafra, bala feroz al centro del combate. Créeme, que mis palomas tienen de arco iris, lo que mis manos de canciones finas. Créeme, créeme, porque así soy y así no soy de nadie.