Vie. Abr 26th, 2024

“Desde este punto extraño, donde la policía carga contra estudiantes para proteger a militares armadas ocupando un espacio universitario, donde su concepto de seguridad del turismo ante un virus invisible es pegar tiros, donde la violencia militar con su presencia se hace normalidad, donde el turismo crea fronteras y se remarca la diferencia entre movilidades migrantes y turistas”

El martes 3 de noviembre por la mañana, mucha gente vio atónita como el parking de la facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Laguna fue ocupado por fuerzas militares y policías nacionales haciendo un “simulacro” de carácter militarista. Todo estaba bajo el marco del primer congreso sobre seguridad y turismo motivado por las condiciones actuales de pandemia. Hubo detonaciones, bombas de humo, megafonía,… Se simularon casos de  detenciones y cargas. La facultad mostró su descontento y desde el decanato se dijo que no se había informado de las características del evento. Por la tarde se organizó rápidamente una concentración de estudiantes que protestaban por la presencia militar en un espacio universitario. Una convocatoria en redes puso la foto del traslado del cuerpo del estudiante Javier Fernández Quesada en 1977, muerto por disparos de la Guardia Civil. El día terminó con cargas policiales contra lxs estudiantes y con dos detenidos que pasaron la noche en el calabozo. ¿Cómo se había llegado a esto? ¿Nadie en la organización del evento midió las consecuencias de acometer un acto de este calibre? ¿A ninguno le vino el flash de la misma foto en la que pensaron lxs estudiantes?

Quizás todo esto venga de un lento pero constante proceso de ocupación militar que no es nada nuevo en un territorio como Canarias. En una entrevista publicada en diciembre de 2018, la activista y trabajadora social Koldobi Velasco decía que Fuerteventura “Es una de las Islas más militarizadas del mundo (…) Cuando decimos que está militarizada queremos decir que es una Isla y un Archipiélago que están invadidos por lo militar en distintas esferas de la vida: la económica, política, cultural, social, religiosa, en los deportes (…) El ejército naturaliza la presencia de lo militar y la violencia en escenarios diferentes a los que normalmente tienen los ejércitos. La militarización en nuestra tierra tiene que ver con ocupar espacios civiles pero también zonas que solo pueden ocupar ellos”. Al poco tiempo de esta entrevista, por la Pascua Militar (enero de 2019), el teniente general, jefe del Mando de Canarias, Carlos Palacios Zaforteza dijo que recién se había creado un Mando de Vigilancia y Presencia Terrestre, y que “el despliegue de nuestras unidades en todas las islas del Archipiélago va a ser más perceptible, con el objeto de garantizar la libertad, seguridad y soberanía nacional en cada rincón de España”. Sin duda la intensidad de esa invasión de las esferas de la vida había aumentado al poco de Koldobi denunciar la situación en un Archipiélago que había dicho años atrás NO a la OTAN. Esta intensificación de la militarización empezaba a funcionar como una lenta diseminación por las distintas esferas sociales. Pero quizá todo esto se aceleró cuando en marzo de 2020 se decretó el estado de alarma por la crisis del COVID-19.

En ese momento se creó la operación Balmis, que juntó distintos mandos para la contención de la población durante el confinamiento. En la misma página web del Ejercito de Tierra se dice que “Para desempeñar su función, el Ejército puso en marcha el Mando Componente Terrestre (MCT), en su Cuartel General, en Madrid. Está a las órdenes del teniente general Carlos Palacios Zaforteza, jefe del Mando de Canarias, donde se encuentra el Mando de Presencia y Vigilancia Terrestre, que desempeña acciones de presencia y disuasión en Canarias, Ceuta y Melilla en el ámbito terrestre. Por eso, ‘el JEME designó como jefe del MCT a éste, al ser una herramienta que ya estaba constituida y que podía ejercer esta misión’, cuenta el teniente general Palacios”. En otras palabras, las operaciones militares que iban a proceder con el estado de alarma ya contaban con un mecanismo operativo en los puntos más periféricos de España, ya había una herramienta “constituida”. La operación Balmis ha movilizado más militares que nunca en tiempo de paz en España. En medio del confinamiento unos soldados se dieron un baño en las Salinas de Agaete. La prensa de la Isla lo tomó como algo normal: el “Descanso del guerrero” leía un titular de La Provincia. ¿A este punto de normalización de lo militar habíamos llegado? Mientras el país entero se confinaba, ¿nadie en la prensa ni en la esfera política vio en esto un abuso? Es muy razonable pensar que en ese primer confinamiento fue el civismo y la alarma lo que posibilitó el cumplimiento en un estado extraño para la ciudadanía. Salvo un pibito que quería estar más moreno que el resto y un alto funcionario descreído que paseaba por La Laguna, pocos fueron los altercados. A la luz de esto quizá Balmis fuera una operación desproporcionada, pero como mínimo los militares habían saboreado lo que es hacerse con el espacio público cuando la ciudadanía estaba recluida.

El primer congreso de turismo y seguridad tenía claro que el turismo depende de un factor como el riesgo. Ya en Canarias lo sabíamos desde que a principios de la década pasada, con el primer palo de la crisis del ladrillo, el destino Canarias fuera asegurado por la inestabilidad política desatada por las Primaveras Árabes. Canarias de repente se salvó y todo gracias a la percepción de los riesgos globales que tienen lxs turistas. Esto implica que el turismo ya venía estando vinculado a la seguridad. Sabíamos cuál era y es el concepto de turismo que manejaba la clase política canaria, lo que no teníamos tan claro era el concepto de seguridad que tenían en mente. Sin embargo, no es para nada sorpresivo dado el carácter del turismo orientado a europeos blancos de clase media y alta, por lo general obsesionados con la seguridad, y marcados por la nueva sociedad del riesgo global. En ese punto donde aparecen fronteras entre lo turístico y lo nativo parece obvio que la militarización de Canarias vaya en paralelo con la turistificación del territorio. Un famoso estadista dijo una vez que la guerra es la continuación de la política por otros medios (cuando no puede la diplomacia entra la fuerza). Luego un filósofo famoso invirtió la frase para decir que la política es la continuación de la guerra por otros medios, haciendo alusión a las relaciones de poder que se diseminan en cada recoveco de la vida. Desde este punto extraño, donde la policía carga contra estudiantes para proteger a militares armadas ocupando un espacio universitario, donde su concepto de seguridad del turismo ante un virus invisible es pegar tiros, donde la violencia militar con su presencia se hace normalidad, donde el turismo crea fronteras y se remarca la diferencia entre movilidades migrantes y turistas (y cabe recordar que la militarización de las fronteras ya es una realidad a mucho más largo plazo); quizá, ahora, podríamos cambiar de nuevo la frase y decir que el turismo es la guerra por otros medios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

17 − 6 =

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.