Objetivo prioritario: exterminar el capitalismo. El capitalismo es barbarie. Aparte del expolio que ejerce contra la naturaleza, el capitalismo tiene unas exigencias sistémicas que exigen que la propia humanidad sea una víctima permanente. En su seno, la vida humana no puede florecer
Objetivo prioritario: exterminar el capitalismo
No nos cansamos de repetir que el capitalismo es barbarie. [1]Aparte del expolio que ejerce contra la naturaleza, el capitalismo tiene unas exigencias sistémicas que exigen que la propia humanidad sea una victima permanente.[2] Dentro del capitalismo, la vida humana no puede florecer, sometida como está a esa constante agresión en términos de la explotación y alienación que exige la propia sobrevivencia del sistema: “la explotación y el control capitalista se apoya, no tanto en un poder soberano visible, sino en el sistema de leyes que regula toda la vida de la sociedad”. [3]
En el análisis teórico de las leyes de funcionamiento del capitalismo, Karl Marx nos indica como, “la riqueza de las sociedades en las que domina el modo de producción capitalista se presenta como un enorme cúmulo de mercancías […] La fuerza de trabajo sólo existe como facultad del individuo vivo. Su producción presupone la existencia de este […] El valor de la fuerza de trabajo (una mercancía más) se resuelve en el valor de determinada suma de medios de subsistencia […] La suma de medios de subsistencia necesarios para la producción de la fuerza de trabajo, pues, incluye a los medios de subsistencia de los sustitutos, eso es, de los hijos de los obreros, de tal modo que pueda perpetuarse en el mercado esa raza de peculiares poseedores de mercancías […] El proceso de consumo de la fuerza de trabajo es al mismo tiempo el proceso de producción de la mercancía y del plusvalor […] El uso de la fuerza de trabajo es el trabajo mismo. El comprador de la fuerza de trabajo (el capitalista) la consume haciendo trabajar a su vendedor (el trabajador) […] El obrero trabaja bajo el control del capitalista, a quien pertenece el trabajo de aquel. [A su vez], el producto es propiedad del capitalista, no del obrero […] desde el momento en que el obrero pisa el taller del capitalista, el valor de uso de la fuerza de trabajo, y por tanto su uso, el trabajo, pertenece al capitalista […] El proceso laboral (y de trabajo) es un proceso entre cosas que el capitalista ha comprado, entre cosas que le pertenecen (explotación y alienación) [En resumen], ya no es casualidad que el capitalista y el obrero se enfrenten en el mercado como comprador y vendedor. En realidad, el obrero pertenece al capital aun antes de venderse al capitalista. Su servidumbre económica está a la vez mediada y encubierta por la renovación periódica de la venta de sí mismo […] El proceso capitalista de producción, es considerado en su interdependencia como proceso de reproducción, pues, no sólo produce mercancías, no sólo produce plusvalor, sino que produce y reproduce la relación capitalista misma: por un lado el capitalista, por la otra el asalariado”. [4]
En la praxis del sistema, el capitalismo del siglo XXI ha iniciado comportamientos letales que son exigidos por su propia transmutación: acentuar el empobrecimiento de las poblaciones y aumentar la brecha de las desigualdades sociales, económicas, políticas…, humanas. Thomas Piketty, un autor que intenta resucitar el difunto revisionismo socialdemócrata, alerta de que el capitalismo, en su riqueza y sus rentas mundiales, está más concentrado que nunca. Con registros tributarios de 20 países en 300 años, Piketty muestra que desde la última década del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, la élite económica de Europa (el 1 por ciento de la población) concentraba el 60 por ciento de la riqueza. En los EEUU, estas desigualdades están todavía más acentuadas. Como buen humanista, Pikettyconsidera que la solución no vendrá del mercado y recomienda recurrir a la política pública para hacer que la economía crezca a la par con el rendimiento del capital, y propone un impuesto progresivo a las personas más ricas de 0,1 a 0,5 por ciento sobre fortunas menores a un millón de euros, el 1 por ciento para patrimonios entre 1 y 5 millones de euros, el 2 por ciento para casos entre 5 y 10, y entre 5 y 10 por ciento para quienes tengan más de 100 millones de euros.[5] Las cifras que maneja le convencen de que la desigualdad es inherente al capitalismo, pero que puede ser humanizado con un buen sistema fiscal progresivo. El autor no está en contra del capitalismo en su totalidad, sino que sólo busca modificar su sistema distributivo.
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[1] Este segundo artículo forma parte de una trilogía: procesos, alternativas, e instrumentos contra el capitalismo. El primero de ellos se publicó como José Iglesias Fernández. El municipalismo como un proceso contra el capitalismo. En espaifàbrica.cat. http://espaifabrica.cat/index.php/politica-institucional/item/830-el-municipalisme-com-a-procés-contra-el-capitalisme
[2] Publicado originariamente en catalán. Ver http://espaifabrica.cat/index.php/politica-institucional/item/843-la-societat-comunal-com-una-alternativa-al-capitalisme
[3] Michael Hardt y Antonio Negri. Commonwealth. 2009. En
http://korotonomedya.s3.amazonaws.com/Michael_Hardt_%26_Antonio_Negri_-_Commonwealth.pdf
[4] Karl Marx. El capital. Siglo XXI editores, 1998.
[5] Thomas Piketty. Le capital au XXIe siècle. Seuil, 2013.