La inquietud filosófica nos conduce a repensar también el modo en que Balafía se vuelve enunciable y visible, puesto que los enunciados e imágenes que la rodean escapan al control de sus artesanos. Si nos preguntáramos acerca de cómo se gestó el homenaje al pensamiento de Michel Foucault, elaborando una especie de “historias de llegada” del modo en que dicho evento se fragua, encontraríamos sus luces y sombras, lo visible y lo no-visible, lo dicho y lo no-dicho. Ambos niveles, forman parte de la arqueología de Foucault, preguntarse acerca de las condiciones de enunciación y las de visibilidad
Una cierta proyección traslúcida nos empuja a preguntarnos acerca de cómo surgen los enunciados alrededor del homenaje, los cuerpos que se visibilizan, el modo en que ponemos en juego los regímenes de luz y del lenguaje.
Algo que echamos en falta con demasiada frecuencia es no disociar lo enunciado y lo visible del proceso de producción, en este caso, intelectual. ¿Por qué no preguntarnos por las opacidades y transparencias que regulan la producción intelectual?
Podríamos preguntarnos, al hilo de múltiples resonancias que nos llegan de las denominadas políticas de la identidad, que preferimos llamar incidencias en la diferencia, dónde se articula lucha y producción intelectual basadas en experiencias de género, sexualidad, raza, etc. La espacialización del poder permea también las prácticas inmanentes al pensamiento y, además, dirigimos la mirada ante las contradicciones performativas: cuando lo que vemos y lo que escuchamos no coincide. Esto constituye el sistema de inclusiones y exclusiones, los límites entre ambos y el grado de percepción acerca de los mismos.
Desde dichos sectores académicos, se ha criticado las relaciones de poder que atraviesan a la institución académica, a los discursos que se enuncian, las prácticas que se realizan, los cuerpos que se visibilizan, frente a los textos silenciados, las prácticas que se quedan quietas, los cuerpos que no aparecen.
Afortunadamente, como nos decía una compañera, la mirada hoy en día está entrenada y atenta ante el modo en que se entretejen los regímenes de luz y de enunciación, un logro de las luchas de las políticas de incidencia en la diferencia.
No nos resulta particularmente cómodo situarnos en el espectro visible del foco, asoman las dificultades, los vicios internos, las puertas que se abren y se cierran por el esparcimiento del poder, los contactos que establecemos, el modo en que se elaboran las cosas, los cuerpos que aparecen y desaparecen.
En cualquier caso, Balafía también es exponerse, situarse ante esa “audiencia imaginaria”, asumir que por mucho que nuestras intenciones, nuestras prácticas y nuestros discursos, se dirijan hacia habitar las rendijas del poder, sus límites; el orden de las cosas está constituido por fuerzas ante las cuales no pudimos resistir. No nos responsabilizamos del modo en que se ordena y distribuye quién habla o qué se dice, ni de la precariedad que nos rodea que nos impide tal vez pensar con lucidez, o del capitalismo y de la distribución del tiempo de trabajo y del ocio, ni de las dificultades para la conciliación familiar, tampoco de las mochilas emocionales que nos mueven en una dirección u en otra. Todas esas circunstancias rodean el habitar este mundo, todas ellas las señalamos e impugnamos, queda mucha por hacer. Podríamos preguntarnos, ¿Qué cabe pensar o imaginar cuando no tenemos aseguradas nuestras propias condiciones de reproducción de la vida en Canarias? ¿Qué cabe hacer cuando las sociopatologías mentales nos nublan las injerencias en lo real? ¿Qué cabe desviar cuando la normalidad nos endereza?
Y acaso, ¿no es esto un filosofar marcado por la retícula de poder inmanente al territorio canario dónde se fragua y a la que se pretende desordenar intensificando sus inconsistencias, fisuras, etc.?
Ante ellas, no hemos podido tal vez ofrecer las herramientas o disposiciones para que se acerquen otras corporalidades, otros relatos, otros modos de enunciarlo. De nuestra pequeña finca llamada Balafía, si nos responsabilizamos y asumimos que aún nos queda mucho trabajo para que sea un espacio seguro, cómodo y apetecible para todas las formas de habitar el mundo. En este sentido, la convocatoria abierta que llevamos a cabo buscando ponentes no tuvo ninguna respuesta, ante lo cual no nos quedó otra que tirar de nuestras redes de gente. Fuimos brincando de una en une en uno, desgraciadamente nos quedamos entaliscados, no pudimos llegar más allá, por una limitación endógena y exógena: la distribución de los cuerpos, el capitalismo, los tiempos, el voluntarismo.
Balafía no es una academia, no tenemos ni capital social ni cultural como para generar un espacio atractivo sin réditos más allá de la satisfacción personal de poner en diálogo cuerpos y discursos hetarárquicos, heterotópicos y heterocrónicos, Esto sin duda supone una barrera, puesto que no todo el mundo dispone del tiempo, de la capacidad económica, de voluntad, de lidiar con exponerse, de responsabilizarse con un proyecto, etc. En este sentido, no es casual los cuerpos marcados que encajan con estas circunstancias mencionadas. Asumimos la carga simbólica de quién habla y quién escucha, quién come y quién hace de comer, quién acude y quién no viene.
Para terminar, agradecemos infinitamente las colaboraciones que nos permitieron llevar a cabo las jornadas, en última instancia, se trata de ir (des)haciendo, (des)aprendiendo, (re)dirigiendo, porque únicamente en el seno de la praxis aún siendo precaria podemos gestar una Balafía que abra espacios de posibilidades aún por pensar y existir, una contra-institución de intercambio de saberes horizontal y crítica, consciente de los discursos y de las prácticas que realiza, alerta ante los regímenes de luz y de enunciación, transparente con los emplazamientos que asumimos dentro de las relaciones de poder, para desviar y establecer líneas de fuga. En cualquier caso, animamos e invitamos a todas aquellas personas que quieran asumir la tarea estrictamente filosófica, pero no exclusivamente de filósofos y filósofas, de diagnosticar la naturaleza del presente hallando sus “líneas de fragilidad”, dónde lo virtual —aquello que puede dejar de ser y lo que es posible que sea— contenido en lo real abre un espacio de libertad y de transformación. Nos dice Deleuze: “Lo que le interesa esencialmente a Foucault —y a Balafía— no es un retorno a los Griegos, sino nosotros hoy: ¿cuáles son nuestros modos de existencia, nuestras posibilidades de vida o nuestros procesos de subjetivación, cuáles son nuestras maneras de constituirnos como en sí, más allá del saber y del poder? ¿De qué somos capaces, puesto que de cierta manera, es la vida y la muerte lo que está en juego?” (Deleuze, 1990, 136).
Bibliografía
(1990) Deleuze, G. “La vie comme oeuvre d´art” (conversación con D. Éribon, Le nouvel observateur, 23 de agosto de 1986), in Pourparlers, Paris, Les éditions de minuit, pp. 129-138.