Dom. Nov 24th, 2024

     Los europeos llegaron, con sus cruces y agua bendita, con sus arcabuces, sus ballestas, sus lanzas y sus caballeros con completa armadura. También se trajeron, acompañando a los anteriores, su particular y cristiana visión del saqueo.

     Durante todo el siglo XVI montaron auténticas empresas, con sus créditos y todo, para entrar a saco en las costas del Continente y robar todo lo que se pusiese a su alcance. Especialmente apetecibles y motor de tan honorables iniciativas, era la captura, la caza de mujeres, hombres y ganado.

     Naves pertrechadas y financiadas por los mercaderes que andaban por estas tierras, y mercenarios a comisión, partieron de nuestras Islas para ejercer el noble derecho de apropiarse de lo que no era de nadie, o sea, de ningún otro reino europeo. Ese derecho le asistía a los católicos reyes y, por traspaso temporal de competencias, a sus señores de Canarias. Ellos, reyes y señores, alentaban las cabalgadas en el noroeste africano. Desde sus palacios y residencias otorgaban permisos a cambio de la quinta parte del botín.

     El triángulo de la esclavitud y el pillaje se cerraba en Sevilla, uno de los centros internacionales de transacción de mercancías, incluidos y en lugar preferente, los seres humanos.

     La triunfante y codiciosa alianza real utilizaba a Canarias como base de su pillaje asesino en África, lo que le reportaba suculentas ganancias a sus particulares arcas. Desde esa temprana fecha ya fuimos considerados como Plataforma Logística para el Norte de África.

     El 23 de abril de 2014, el Teniente General del Ejército de Tierra del Estado español y antiguo Comandante General de las fuerzas militares del Eurogrupo, propone colocar el mando militar de los EE.UU. para África en Canarias. Lo dijo en el Parlamento de Canarias, el mismo lugar en el que se sientan los representantes de un pueblo que decidió no integrarse en la OTAN, aunque nadie respetó esa decisión. Los asistentes al acto obsequiaron al ínclito militar con aplausos complacientes.

     Quinientos años después parece que el saqueo y la explotación han proclamado su firme decisión de quedarse por estas coordenadas.

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