Veces vienes modosa, tímida, con un amor que se me antoja de espumas blancas y burbujas sedantes. Pero otras, te abalanzas sobre mi cuerpo desnudo, sobre mis huesos limpios, recordando a cada instante, un siglo tras cada año, que tu única misión, tu pertinaz locura es nada más que desgastarme las entrañas.