Se nos metió el miedo en el cuerpo. Desde los tiempos de antes. O más bien nos lo metieron, nos lo fabricaron a medida, como una coraza bien soldada. El miedo que nos desactiva la memoria. El que alimenta a los fantasmas. El miedo al hambre. A la violencia sobre nuestros cuerpos. A la muerte. Al dolor. Al desempleo. A la justicia. El miedo al infierno, a la implacable ira de Dios.
Para que acatasemos la ley impuesta, nos prohibieron nuestra lengua, nuestros trajes, nuestras fiestas, nuestros dioses. La espoleta de semejante bomba de amnesia fue la esclavitud, la persecución y la muerte. Para que aprendiésemos a obedecer sus leyes, nos inocularon el miedo al hambre. Porque sus leyes regulaban nuestro sustento. Violarlas era como conseguir un pasaporte al destierro, al confinamiento, al aislamiento. Se traducía en prisiones, en hogueras y en patíbulos.
Miedo a nuestro cielo. A que no lloviera. Miedo al derecho de pernada. Miedo a los latigazos. Nos infectaron con este virus, que se reproduce en los recuerdos, en los lamentos, en las historias ocultas que todos conocen pero de las que nadie habla. Las de gentes alzadas, desafiantes, valientes. Gentes poseídas, subversivas o rebeldes. Las que no tuvieron miedo. Historias de gentes presas, de rapadas, de desaparecidas, de fusiladas, de encarceladas, de torturadas. Ejemplos para que cunda el miedo. Que se extienda hasta el último rincón de cada casa. Que se propague desde los púlpitos y desde los bandos militares. Están advertidos.
Y así fue creciendo, como un monstruo paralizante, alimentándose de las lágrimas y la sangre del pueblo. Asustándonos para que obedeciésemos. Dejando claro en qué lado estábamos cada uno. Para que nos descubriésemos a su paso. Para estar eternamente agradecidos.
Los conquistadores y su incipiente estado, el colonialismo, la Inquisición, los absolutismos, los fascistas, la Iglesia Católica, el capitalismo, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, la pena de muerte, las guerras coloniales, las dictaduras, los paramilitares, las cloacas, el desempleo, los señoritos…Demasiado tiempo gobernados por el miedo.
Ya es tiempo de sacudírselo.